La danza clásica es la más maravillosa y menos humanas de las artes, especialmente aquellos que hacen las danzas académicas están acostumbrados a la doble lucha de los bailarines.
Los bailarines luchan contra la naturaleza por un lado al rotar las piernas de una forma particular, saltar en piruetas dobles y girar como trompos incasables, y por el otro contra el tiempo. Duran en escena, a su mejor nivel, lo que dura un deportista de elite.
Todo este, esfuerzo, tesón y talento para durar la fugacidad del tiempo en escena, porque si bien es verdad que ahora los videos están ahí para recordarlos. Cada momento en escena es único, cada coreografía existirá una vez finita y exclusiva. En el teatro sobrevive el texto, en la danza la fugacidad.
Esta lucha que llevan adelantes la danza en general está particularmente claro en el Ballet, el latín de la danza, y el pequeño libro “A short History of ballet” nos cuenta un poco sobre su recorrido histórico. Desde sus orígenes en 1581, pasando por el período de Luis XIV y XVI hasta culminar con la escuela rusa y Serguéi Diáguilev
