Las banderas que enarbolan no son un conjunto de políticas públicas.
¡Son un símbolo de convicción!
Se murió. Qué increíble que se haya muerto, decía el tío con especial congoja. El sobrino desde la esquina sostenía la misma primicia: Se murió Feinmann. Se irá a discutir con Sebreli, charlar con Gonzalez. Sostenía algún creyente. Ellos no tenían la misma suerte creativa. Todo era oscuridad para el pobre de Feinmann
El son de la tarde los encontraba como antaño, tomando algo. Se dieron a la tarea de repasar un poco a Feinmann y sus discusiones. Las propias, y las del filósofo.
La abuela y los primos asombrados. Esas dos personas diferenciadas por 20 años y tantas ideas sobre la vida tanto pública y privada se detuvieron un poco. Querían hablar de otra persona: un señor que hablaba de libros.
- No hablaba sólo de libros, hablaba de la vida. Además, era filósofo. El primero sostuvo.
- Escribía lindo. Además, era filósofo. Dijo el otro.
Las discusiones se mantuvieron latentes. El tono varió. Apareció lo diferente. Quizá por algo sencillo.
Cuando ambos leen a Feinmann ellos pueden sentir alguna nota de nostalgia. Incluso, rememorando sus programas en la televisión. Algunos recordables, otros memorables, pero ninguno olvidable.
Lo charlaron con especial énfasis en los años universitarios del sobrino. Porque Feinmann hablaba e invitaba a Heidegger, Sartre y Foucault. Mientras que el viejo, conservaba a Gasset, Unamuno y Machado. Entre medio el peronismo, el anti-peronismo, sus simpatías y antipatías. Los golpes militares, las revoluciones cubanas, la historia del a vida y la historia de los libros. Y en el medio, algún comentario del filósofo que encendía la mecha de toda discusión entre ambos. Porque eso tenía de lindo el filósofo, sus frases despertaban una tormenta en las discusiones de la sobremesa familiar entre el sobrino y el tío.
Y ese día parecía que iban a volver esas viejas charlas, pero ese día nadie habló del conjunto innegable de todas las ideas que lo separaban. Era un día en el cual se sentían un poco más cadaver.
El 17 de diciembre del 2021 en el mundo ya no se habla tanto de “el flaco de origen sartreano”, del estado, de la política de las ideas y de muchas otras filosofemas hoy caídos en desgracia. Ambos notaron que el Prometeo está encadenado. Se habla de la gestión, de la dirección, de números y estadísticas, los márgenes, los influencers y ese pequeño reducto televisivo de las ideas parece cada vez más pequeños.
Ese tiempo de discusiones se nos fue de las manos y lo que están viendo es en otro lado. Y a ambos les embarga la nostalgia. Se murió Feinmann, y muchos dicen notas de su vida para que nos emocionemos, pero pocos hablan de las ideas que nos hizo discutir entre amigos y familiares.
El mundo está cambiando, y tal vez, eso signifique que nosotros también nos estamos volviendo viejos. Prometeo está siendo encadenado y el fuego de sus artes y ciencias, especialmente las humanas, adolece un poco. El tío se lamenta, quizá nunca más vea lo vea liberado. El sobrino guarda esperanzas, tal vez una fuerza hercúlea vuelva a despertar esa pasión.
Parece que hay en el tiempo algo que pervivía ¿Lo podremos traer en el futuro? Tal vez. Veo otros proyectos herederos de esa sensación.
Todo demuestra que avanzan los años y a, veces, de a momento. Nos ponemos nostálgicos. Porque en esas discusiones estábamos en el mundo, hoy si queremos estarlo esas charlas que nos vigorizaban quedan sólo en el fuero interno.
José Pablo Feinmann ha muerto, no era un Dios, era un hombre que seguía trayendo en sus entrañas las fuerzas hercúleas de los humanistas.
- Haremos algo con todo lo que él hizo con nosotros. Dijo el sobrino en vigoroso homenaje.
- No somos los únicos responsables de nuestro destino, existe el azar. Responde el tío.
El sobrino se sube a su bicicleta y se va. Se despiden nostálgicamente de Feinmann y de esas discusiones.