Comunidad educativa: ¡Gracias!

Mi madre, una estudiante de secundario muy buena, una asistente al terciario de discutible reputación académica, una docente de un método memorístico de acero: ¿Qué le podía dejar a sus alumnos?¿Qué podía apreciar de ella la comunidad educativa en general?

Interminables discusiones entre un hijo que le gustaba “Conectar puntos” y una madre docente que quería líneas de tiempo.

Incontables peleas entre un hijo a quién su madre (conocida, temida y odiada por su severidad) no pudo enseñarle el abecedario y la distinción entre agudas, graves y esdrújulas. “¿Me podés escuchar?” me decía mientras yo miraba el techo a grito de “aburrido”. Luego la solución llegó por arte de magia: “Te doy bombones si te aprendes esto”. Fue un trato perfecto. Tragicómico final para una docente estricta. Simple transacción. ¡Entonces también se parece al padre!, habrá pensado.

Con el tiempo yo aprendí las distinciones, el abecedario, y muchas otras cosas más. Con los años me apasionó la historia y la literatura. Ahí me pude conectar con otra parte, mucho más rica y sensible, mucho más interesante:  pero la docente dejó lugar a la educadora. Ella era la inquebrantable convicción de que la educación era buena y deseable. No sabía qué podía generar en sus alumnos y en sus colegas. Siempre me hice esa pregunta.

Porque la docencia además de un medio de vida es un servicio que genera futuro. Que se asienta en el porvenir. Un buen docente te prepara para tus próximos años, un docente indispensable te arrebata desidia y te llena de vida.

Esos docentes tienen fulgurantes y resonantes victorias en el porvenir. Cambian vidas. Las agonías absurdas de la rutinas de las modas son demolidas por la fuerza portentosa de esas personas que son invocadas como talismanes salvadores antes los perversos rutinizadores y lobotomizadores… y mi madre, yo pensaba, con sus líneas de tiempo ¿Qué iba a poder hacer?¿Por qué deberá marcar a fuego la vida de alguien?

Lamentablemente, tuvo que ser en su velorio cuando me di cuenta que tal vez ella había generado algo en un conjunto de personas. Fue conmovedor, cada vez que lo recuerdo una emoción me embarga, se anuda en mi pecho; la imagen de esa gente, en cierto modo, era la imagen, aún viva de mi madre.

Primero llegaron algunas de sus amigas, colegas y compañeras, del colegio. Me dio tristeza, principalmente cuando todos decía que ‘era el orgullo de mi madre’. Una sensación inexplicable, porque ser el orgullo de una de las personas que más querés en la faz de la tierra te genera una mezcla de tristeza angustia y felicidad difícil de explicar.

Muchas contaron anécdotas coloridas. Pero al hablar de su carácter casi decían lo mismo: Una persona difícil de enfrentar.

Pero cuando llegaron esos tres… sus alumnos, y lloraron al ver el cuerpo, me conmoví, mi papá se conmovió. Porque eso lo logró ella. Ellos podrían habernos odiado a todos y cada uno, pero no a ella no. Casi todos estábamos conectados por relaciones de parentesco y sangre, pero ellos tres sólo estaban ahí por mi madre. El resto era dispensable.

Se dice que una buena idea te vuelve millonario. Pero la lágrima de un alumno sólo hubiese bastado para hacer imborrable todas las discusiones. Una docente convertida en educadora, tal vez una madre hablando a los jóvenes, tal vez alguien trasladando sus propios errores. Yo no sé, ni es mi función saber qué hizo mi mamá por ellos.

Nos hablaron de su carácter, de su coraje, de su empuje. Nos dijeron que no se rendía, que era contestataria, y que discutía tanto con alumnos como directivos. Nos transmitieron la sensación de que les dio un retazo de vida en la secundaria y que les hablaba de eso mismo que dentro de poco tendrían que enfrentar

Nos contaban e indicaban posibles pistas de donde salía su irrevocable fuerza y que es posible que a veces los contagiara.

¿Qué les dijiste mamá para que estés dentro del inventario de personas para enfrentar la vida? Yo no podía seguir escuchando a esos tres. Me alejé porque si seguía escuchando terminaba llorando horas enteras y ese no era mi momento para llorar.

Es verdad, vos también hablabas de ello con algo de tu espíritu maternal. Les hablabas a corazón abierto seguramente y no de las cosas típicas y livianas que suelen escuchar por ahí, y que también repitieron los señoritos juninenses de turno.

Me doy cuenta, de dos cosas. La primera es, mi progenitora desparramó su espíritu maternal por otros lados. Y cosecho potenciales hijos que tal vez la recuerden y hagan un pequeño aporte a nuestro mundo con el hilo de tu legado.

Sólo puedo agradecer el infinito gesto de las lágrimas vertidas por aquella persona que es una de las que más quise…. y querré.

Este alumno tratado indulgentemente por su docente agradece de corazón esos raros hermanos que mi madre ha criado.

La segunda es… sé que faltaban los otros, los alumnos que no les caías bien. Esos que deberían haber enviado a alguien para asegurarse que hayas sido vos la que estaba muerta ahí. Sí, se los aseguro, Era ella.

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