El día que mamá enfermó por primera vez, cayendo en un terrible estado de delgadez agravado por vómitos, náuseas y un amarillento color de piel en la clínica IMEC de Junín le dijeron que tenía un ‘nódulo’ el cuál crecido inesperadamente.
Por lo tanto nos encontrábamos ante una simple descompensación. De trataba de algo pasajero.
Conclusión: nos enviaron de vuelta.
Volvimos intranquilos, porque mamá no es de la clase de personas que se quejan fácilmente. Es una madre omnipotente y orgullosa de decir ‘jamás fui al médico’ mientras prende un cigarrillo.
Una vez en casa, nuevamente vómitos. Segunda experiencia a la clínica IMEC. Esta vez no recuerdo bien la causa pero terminó internada. Lo que era lógico y coherente en medio de tanta inoperancia. Otra vez volvió algún doctor que dijo nuevamente que el problema se debía a cuestiones digestivas.
Por suerte, se encontraba mi tío. Por suerte él existe entre nosotros. Las causas de su interés por la medicina no lo entendemos. La mayoría de nosotros tiene intereses más relacionados con las ciencias sociales. Pero él fijo ese objetivo para su vida y lo cumplió.
En Junín se cargó al hombro a su hermana (Mi mamá) y la llevó donde él trabajaba (En Buenos Aires) Él la salvó. Fuimos a una habitación hermosa, y lo atendieron médicos que no sabemos ni su nombre. Creo que cada día que pase concluyo aún más en lo imborrable de su acto.
Si mamá es mi briza cálida que me da ganas de sonreír es mi tío quién le está abriendo paso a través de esta enfermedad.
Conectándola con médicos y empujando con optimismo cada momento. “Hoy está vivía” siempre repite. ¿Cuánto vivirá? No lo sabemos.
Cuándo mamá enfermó; papá y yo no estábamos preparados. Por mi parte puedo decir ¿Quién puede estar preparado para ver sufrir a su madre? las madres no nacieron para sufrir y estar demacradas.
Él tío sabe todo esto y a pesar de los posibles padecimientos y desenlaces sigue empujando.
En una de las charlas que tuvimos en donde manifesté mi intención de reducir la clínica de veterinarios donde se alojó por primera vez a un bloque de escombros y aserrín mi tío dijo ‘No importa, ocúpate de tu mamá’.
Fue cierto, tan cierto como que voy a evitar verlo, porque cada vez que le quiero decir gracias me largo a llorar. Por lo menos haré esto hasta que mamá muera.