En la noche de los enamorados

Es la noche, está oscura, los enamorados se juntan alrededor de la mesa para recordar sus propias promesas. Muchas rotas, otras sin ninguna relación con lo que estaban hablando en los días anteriores. En el fondo están los otros, brilla el amor en cada instante en la fecha crucial que los convoca. En sus miradas todos saben que pueden responder a la pregunta con certeza: “¿Quién es ella?” y él tendría una respuesta. Lo mismo sucedería a la otra.

Pero no podría, reflexiona el caminante que se dirige a su casa, ser así. Malditas sean las escrituras sobrecogedoras, íntimas, viscerales, emocionales sensibles y universales. Que muchas han dicho querer, pero pocas leer. ¿Quién es esa persona que exhibe su idea de petrificarse y decir ‘quienes somos’? Me exhibe ella tan ajena como otras personas que he conocido sólo por 15 minutos. “Aquí están mis escritos” declara él. Luego de hojearlos, pero no leerlos reflexiona y sostiene un “que lindo”.

Pero también está ella, en el resplandor de sus ojos vi, después de muchos años, que muchas personas se unieron. Volví a ser uno.

Se disipa la niebla atravieso el umbral y la veo. Y yo quiero luchar contra el tiempo, que derrota a todos, o a la mayoría, que ya me ha derrotado a mí. Y también a ella. Qué intenta atrapar la vida con alguna emoción como la flecha. 

La miró y sonrío en su propósito, yo atraparé alguna de sus líneas con mis palabras. Y no quiero que pase el tiempo por pasar. Un año es compacto en unidad, pero más extenso si lo cuento en días. Quiero seguir viendo nuestra lucha contra esa vida compacta y fenecida. Una infinita vida de días y decisiones. 

Y sí cae, pues la quiero más, y si duda acompaño y si cambia me pregunto y si me preguntan, al final de la jornada me pregunta “¿Y quién es ella?” responderé con la certeza que ella es un océano con corrientes y movimiento, maremotos y aguas pacíficas que todavía se resiste a que se le explique que un océano es sólo agua y sólo estanque. 

“No fue una respuesta”, recibo del otro lado. Tampoco lo entenderían, siempre pierden la oportunidad de perder la oportunidad. 

En el borde del ánimo, en las dudas más profundas la recuerdo con su idea y a veces me parece que las palabras nos embriagaran y posiblemente, trataremos, convencidos de vencer al tiempo. Hasta que el tiempo, nos llame, para siempre y nos deje empatados: alguno en la muerte y el otro en el recóndito y desordenado destino de la vida declarando: “todo esto fue amor, y todo esto lo hicimos amándonos”

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