La poesía – Johannes Pfeifer

Era poeta. Poetiza, en realidad.

El mundo necesita poetas. Mi madre era una poeta, yo no lo supe hasta que murió. Yo no quería saberlo, pues cuándo lo supe fue el momento de su muerte.

Yo no quería heredar la biblioteca. No quería heredar sus 1000 libros. Tampoco quería escribir más. No quiero escribir cómo si la vida vuelve a la normalidad. No quiero retomar el hábito de lo que acá escribía, el hábito de escribir. Porque al hacerlo, la recuerdo y tal vez la emulo. Siento que debo escribir de otra cosa, pero todo lo sucedáneo de la palma de mi mano es sobre mi madre, o a través de ella.

Quiero, todavía hablar de mi madre. Pero no quiero. 

Dentro de todo lo leído desde su muerte están unos cuadernos escritos por ella. Entonces lo entiendo. Ella era muchas cosas, docente, educadora, madre, esposa. Pero ante todo, ella era ciertamente una poeta.

Tuve una madre poeta, eso lo sé hoy, lo sé hace escasos meses.  ¿Habrá tenido ella, como Browing la revelación?  

haré que las comunes palabras

—naipes marcados del tahúr, moneda de la plebe—

rindan la magia que fue suya

cuando Thor era el numen y el estrépito,

el trueno y la plegaria.

En el dialecto de hoy

diré a mi vez las cosas eternas;

trataré de no ser indigno

del gran eco de Byron.

Browning resuelve ser poeta – Fragmento. Borges.

A ciencia cierta no lo sabemos, pero sí sabemos que la poesía sigue ahí, que se encuentra en anaqueles. Donde también podemos encontrar un libro de teoría, que tal vez sirva, tal vez no. Cómo el de Pfeiffer.

La poesía de Pfeifer

Como toda artista, como toda persona que ejercer su arte se encontró con los dilemas y con las inquietudes de las personas que ejercen esta tarea de la palabra que lleva y hace converger el alma a los más puros lugares celestiales como también a los más ardientes sectores del infierno.

El libro se divide en tres capítulos donde va desentrañando, o esquematizando lo que es y lo que no es poesía según el autor. Lo divide en “Captación” donde cuenta las herramientas típicas del lenguaje poético: metáfora, el uso de la rítmica y la melodía, además del ánimo general.

Luego, continúa con la valoración de lo que puede ser considerado poesía y lo que no. Donde vierte muy interesantes y discutibles opiniones sobre el lenguaje y el que hacer de la poesía. 

Por último está la búsqueda de la respuesta de la pregunta “¿qué nos da la poesía?” y sin duda, aunque lleguen o no a la conclusión del autor. Tener esa pregunta en la cabeza nos hará mejores personas. Porque nos preguntaremos del amor, la verdad, la mentira, la vida, la belleza y el arte. Y tal vez, ustedes, como yo recordarán a grandes poetas. De renombres o de nuestras propias entrañas familiares.

Nadie puede tomarle a otro su muerte.

Este libro nos da unas pistas para los iniciáticos a la lectura de este arte y nos ilustra en teorías en pugna. Nos acompaña en un recorrido llano y divertido de esas personas que están ahí: los poetas.

Nos cuenta nuestros problemas. Su arte es capaz de conmovernos, en el oscuro auto, en el lluvioso invierno en los peores desiertos. Los queridos artistas de las palabras nos llevan a mundo muchas veces inefables para los que tenemos como herramienta la palabra. Esas personas, con su tesón son los artistas que luchan para no caer en lo común; recibiendo el título más bello que un hombre que ama las letras puede recibir: “Esa persona es un poeta”, como muchos, como mi madre como los que vendrán. Brille para ellos la luz que no tiene fin.

Leer el libro es una manera de honrar a esas personas, además de un placer, que se van a poder dar si no lo han hecho todavía. Tuve una madre poeta, este libro tal vez haya explicado algo. Tal vez  me permita escribir otras líneas y continuar con esta falla de nacimiento que es escribir.

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