El día que lamentablemente lo entendí: ¡La abuela tiró la torta!

Mamá tenía momentos y comentarios en los cuales recordaba a su padre. Por lo general sucedía ante algún evento cómico que iba a parar a la memoria familiar. Por lo general los sucesos eran alguna salvajada cometida por sus hermanos, o su hijo. Ejecutores destinados a tan vergonzantes actos. Sin embargo, comentaba que ese momento de dicha le generaba un pinchazo agridulce. Ella estaba feliz, exultante, divertida, pero una sensación no le dejaba llegar a la palabra plena. Lamentablemente creo que lo entendí.

Cuando sucedía un evento recordable. Una de sus reacciones era «Si él estuviese acá»

En nuestra familia por lo general mi abuela se mandaba alguna respuesta media descolocada para niños, algún evento, contestación o actitud antiabuela. Las risas brotaban, brotan y brotarán automáticametne.

“Bueno, a todos les tiene que pasar”, respondía el adulto más cercano mientras el niño o niña ‘ajusticiado’ lloraba de manera fidedigna a su predecesores. También se encontraba algún familiar que trataba de calmarlo a los gritos de «No sean tan animales». El resto hacía chistes al respecto.

La cuestión es que mi ahijada había llenado una palangana con tierra y pasto. La bautizó ‘la torta’. Luego de terminar su obra era evidente que tenía que reposar para poder leudar o vaya usted a saber qué cuestión culinaria.

La torta se encontraba tranquilamente reposando en un costado de la vereda mientras todos charlábamos. De repente decidimos entrar. Ahí es cuando la abuela consideró apropiado “tirar toda esta porquería”. Para limpiar la palangana y devolverla a su lugar. Y ahí todos nos percatamos de que el final estaba cerca y era conocido.

El desenlace fue lo de siempre. Mi ahijada gritando: ‘la abuela me tiró la torta’  y enseguida los llantos, la madre a consolarla y el resto diciendo animaladas. Incluso yo, a pesar de cierto malestar empecé a reír a carcajada limpia. Hasta que en un momento me tiro de espaldas al pasto y mirando la hoja que era tranquilamente tostada por el sol lo recuerdo; y lo entiendo.

Y claro, ¡era eso!, a partir de ahí las ideas se agolparon y las charlas tuvieron sentido. Yo estoy seguro que en ese momento, tan demente y a veces tan íntimo mamá se hubiese reconocido como yo. Creo que ahí la perdí, ahí la perdimos. En ese preciso instante dije por primera vez «Si ella estuviese acá»

El ingreso al purgatorio eterno del ‘te extraño’ dio conmigo donde tenía que ser. En la casa de su madre, con sus hermanos con toda su sangre más directa. Faltaba su padre, y faltaba ella.

¿Existen escaleras o esto es un laberinto?

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