Economía y política en el tercer gobierno de Perón – Carlos Leyba

“El Pacto Social argentino no sólo precedió al de La Moncloa; su originalidad se basó en que comenzó fuera del Estado, entre partidos, trabajadores y empresarios, estableciendo acuerdos que constituyeron las bases del programa económico del gobierno de los partidos signatarios” (Leyba, 2010; Pág. 33)

“El programa económico de 1973, el Pacto Social, fue el producto de una concertación política previa basada en la necesidad de recuperar la democracia y de detener la violencia. Fue realizado mediante el mecanismo de la concertación en tres niveles de organización de la sociedad: la concertación económica, que posibilitó poner en marcha el aparato productivo estancado; la concertación social, que generó la dinámica de la inclusión social, sin la cual no es posible el desarrollo de la democracia, y la concertación política, que dio lugar a la acumulación de poder para una gestión auténticamente transformadora” (Leyba, 2010; Pág. 40)

“Los Montoneros que pasaron formalmente a la clandestinidad el 6 de septiembre de 1974 erosionaron la capacidad de la política para superar esas contradicciones) (Leyba, 2010; Pág. 43)

“La historia del Pacto Social en realidad comenzó muchos años antes de que imagináramos que el país pudiera tener un gobierno democrático popular. Podemos ubicar su génesis a partir del cambio del poder militar y económico ocurrido en la segunda mitad de los 60. La escena nacional a partir de entonces se pobló de nuevos protagonistas.

La estructura del poder militar no era ya la misma que en 1955, respetuosa de los partidos políticos tradicionales, desplazó al movimiento justicialista del gobierno. Tampoco la estructura del poder económico era la tradicional, aquella contra la que el peronismo embistió a finales de los 40 (…)

(…) La alianza entre ese nuevo poder militar y el nuevo empresariado no implicó la desaparición del ejército antiperonista ni tampoco la del empresariado preindustrial. Pero estos ‘vencedores’ fueron relegados a papeles secundarios. La alianza de las nuevas fuerzas armadas y de la nueva gran industria se había instalado en la opinión pública como proyecto político a partir de un sólido trabajo comunicacional en los medios de prensa, también nuevos. La ‘ideología del golpe militar’ fue el paso previo a la ‘noticia del golpe’” (Leyba, 2010; Pág. 44)

“Con el cumplimiento de la instancia electoral dos proyectos políticos divergentes se enfrentaron en la búsqueda del ejercicio del poder y en la ocupación del escenario nacional del debate. Por un lado, el proyecto de las ‘coincidencias programáticas’ – la Concertación -, asentado en la participación política, la refundación democrática y la reestructuración de la economía de la industrialización. Este había sido votado por la mayoría. Por el otro, enfrentado a él y no validado en las urnas, el proyecto autoritario del ‘socialismo nacional’ sostenido por la Tendencia.

A esta confrontación entre dos proyectos con actores públicamente enfrentados, se sumó un tercero ignorado por la opinión pública. Se trataba del surgimiento de ‘otro peronismo’, próximo y a la vez esencialmente ajeno a Perón. La cabeza visible de esta operación era José López Rega, que habría ser ministro de Bienestar Social. (…) La consigna de López Rega era alejar del gobierno el ‘socialismo nacional’, encarnado por la juventud de izquierda peronista.” (Leyba, 2010; Pág. 56)

“Cuándo Gelbard, el equipo y la estrategia de la concertación abandonaron el gobierno, el programa mostraba ‘patrimonio neto y rentabilidad positiva’. El país había crecido e incrementado la productividad, el ingreso se había redistribuido progresivamente, habían aumentado drásticamente las exportaciones. Industriales, se había monetizado la economía y se había acumulado una demanda de promoción para mil proyectos de inversión.

Quienes nos reemplazaron recibieron una herencia con un activo sustancialmente mayor que el pasivo (…) dos temas centrales que reclamaban decisiones inmediatas. Nuestro atraso cambiario era un problema serio, pero entonces era solucionable. (…) El desequilibrio fiscal, que no era para nosotros en aquel tiempo una prioridad, mirando en el largo plazo y desde la óptica ex post señala que en este aspecto tuvimos una apreciación equivocada.” (Leyba, 2010; Pág. 59)

“El programa de 1973 no se hubiera podido formular sin la conducción de los grandes hombres que lo definieron. La historia no los hubiera comprendido si no lo hubieran hecho. Juan Domingo Perón, jefe del gobierno; Ricardo Balbín, jefe de la oposición; José Ignacio Rucci, líder del sindicalismo y ferviente nacionalista, y José Ber Gelbard, conductor de un sector empresarial portador de las necesidades de desarrollo del país interior y dirigente finalmente reconocido por todos los sectores como un interlocutor válido.

Los cuatro, simbolizando cada uno dimensiones distintas y profundas de la sociedad, habían recorrido desde mucho tiempo antes todo el espinel de las convergencias que, una vez que recibieron el espaldarazo popular, los cuatro respetaron a rajatabla” (Leyba, 2010; Pág. 64)

“Nuestra lectura de la crisis fue la primera. Efectivamente hacia fines de 1973 los precios relativos de los productos primarios en el mercado mundial cayeron e iniciaron una tendencia declinante de los términos de intercambio de nuestros productos que se profundizó y continuó hasta más allá del horizonte de la crisis del petróleo que motivó un fuerte aumento del peso de las importaciones petroleras que antes de la crisis montaban 3,1 por ciento del total y alcanzaron, durante 1974, 15 por ciento de todas las importaciones” (Leyba, 2010; Pág. 75)

“El objetivo primario, la respuesta oportuna, era superar el estancamiento. El objetivo de fondo, la estrategia de largo plazo, consistía en definir un nuevo sendero de crecimiento. (…)

Para lograrlo era necesario estructurar nuevas relaciones entre el Estado y los empresarios y entre el estado y los trabajadores y materializar esas nuevas relaciones en el marco de los partidos políticos y de la constitución. La heterogeneidad y fragmentación social eran tales que las instituciones por sí solas, no alcanzarían a contener esa diversidad.” (Leyba, 2010; Pág. 79)

“Las diferencias ideológicas entre los distintos grupos del peronismo tuvieron consecuencias negativas en todo el proceso. Ningún segmento del peronismo había logrado por sí la suficiente masa crítica o la capacidad para articular al conjunto. Sólo la referencia a Perón generaba unidad” (Leyba, 2010; Pág. 89)

“La debilidad de la estructura interna de los partidos y los sindicatos quedó reflejada en la diáspora a partir de la muerte de los líderes. La debilidad del proceso de acumulación quedó reflejada en la demora prolongada de la reacción de la inversión a los estímulos. Aunque parezca insolente faltó Estado, tal vez no en cantidad pero sí en calidad. EL hecho de que el programa haya operado por menos de dos años fue demasiado poco para transformar la cantidad del Estado aunque haya sido ese uno de los propósitos del plan Trienal. (Leyba, 2010; Pág. 188)

“La concertación también excluyó al peronismo revolucionario. Ninguno de los dos, revolucionarios y grupos poderosos, se hubiera sumado desde el principio. Ambos militaban en proyectos excluyentes de toda convergencia: eran maximalistas en sus visiones particulares”. (Leyba, 2010; Pág. 189)

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