Los sentimientos de Cloy Greythink

Mi madre va a morir y no puedo hacer nada para evitarlo, nadie puede hacer nada para evitarlo; ni ella misma.

Un cáncer de páncreas maligno, el más agresivo de todos, está en su interior y se la está comiendo por dentro.

Lo irrevocable de su muerte nos genera angustia, pero su tenue agonía nos despedaza las esperanzas. Las plantas que se secan porque carecen de agua nos van dejando ese color tenue y opaco. Van perdiendo su fuerza y su vitalidad. La vemos morir lastimosamente dentro de sí mismas sin poder remediar su condición, y en el transcurso tenue de sus síntomas lo gris de la silueta lentamente se convierte en seco y perecedero. Su muerte se anuncia y sus raíces se secan, para siempre, para no dar más fruto.

La depresión y la angustia inconfundible populan cada uno de los pensamientos y momentos cotidianos. No hay un mañana, ni para el doliente, ni para sus personas y en el transcurso de los dolores les duelen a todos.

El problema no es la enfermedad, ni la muerte en sí misma, es la dolencia y el deterioro. Son el conjunto de notas con tinta colorada que salen del dolor de las espinas de las lágrimas vertidas.

Llega un momento en que los calmantes no calman al cuerpo y hacen que el dolor sea cotidiano y constante. Llega un momento en que el cuerpo abandona las fuerzas de una mente que aún puede funcionar y que debemos matar con morfina para que no pueda sufrir, pero también no le permitimos vivir.

Llega un momento en que rodeados de cables y tubos una persona pierde toda constancia de su humanidad; también de su conciencia. Su condición humana queda reducida ante su simple biología. ¿Viste al moribundo comer ese flan y disfrutarlo? Incluso tenía dulce de leche. No sucedió.

En las noches, sólo en una casa oscura de capital, uno se despierta sobresaltado. Ante el primer manojo de arrebato cae el velador. Vidrios esparcidos por todos lados. ¿Por qué le pegué? ¿Cómo hice?. Si me había dormido profundamente.

Dormir es una quimera porque el tropel de pesadillas se sucede una detrás de otra. Y ni siquiera las recordamos. Sólo sabemos que son un conjunto de oscuridades. Y a la mañana siguiente cuándo uno se levanta pierde, ha perdido todos los apetitos de los hombres.

Convertido en mero autómata se dirige a la rutina y a la absurda tarea de ponerle sentido a esto que llamamos vida y que está dentro de lo que algún día será la muerte.

Porque es el cuerpo del enfermo el que nos hace sentirnos culpables.

Ese cuerpo que supo ser una de las grandes alegrías de nuestra vida está en su cama durmiendo uno presta atención por la ventana y el sol se encuentra ahí, rozando lentamente las hojas de las flores. Que nacen, retoñan, florecen, y eventualmente mueren. También las estrellas, brillan, crecen, y se apagan. Incluso algo tan inmenso como el sol algún día se apagará.

Comparado con todo eso, la vida de cualquier hombre o mujer es tan efímera, como un abrir y cerrar de ojos, como un pestañeo del universo. Y a pesar de todos esos años mi madre también transita este mundo.

Y comparado con todo eso, su vida está siendo tan corta. Y a pesar de todo, en ese instante que dura su vida, ella ha nacido, reído, llorado y luchado.

Lamentó sus pérdidas, convivió con sus odios, amo a los abanderados de su corazón. También marcó vidas. Y luego, como todos, se sumirá en ese sueño eterno que llamamos muerte.

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