Desde abril del 2013 el título se encontraba dentro de mis principales pensamientos. En diciembre del 2016 se hizo realidad y llegó a las palabras. Mi madre había muerto y no pudimos hacer nada para evitarlo. Tenía cáncer de páncreas.
Era sacrílego, impune y contradictorio empezar antes. Este título se convirtió en mi propio pacto, mi propio velorio, mi forma de velar a la persona que tuvo como felicidad leerme. Mi primera y más acrítica lectora. Fue un honor, un privilegio y un placer que sus ojos transiten cosas que he escrito. Ahora ya no importa.
Vi su cuerpo, lo vi sin vida. Ahí no estaba mi madre. Hoy la encuentro en los libros que transitó, en su mates donde compartimos tantas cosas. En el cigarrillo, su gusto y su tormento; en su hermano, su ángel de la guarda y en las palabras que brotaban con esa incontenible convicción con que vivió y consumió su vida.
Alguna vez compartimos lugares. Eso no podrá suceder más. Ahora ya de pié, ya inmortal, la escritura del obituario no puede estar orientada al muerto, como simple sección necrológica y olvidadiza. Además que no haría justicia al coraje inquebrantable con que vivió hasta el último segundo de su vida.
Este es un obituario para los vivos, es un retazo de lo que me ha dejado la muerte. En realidad es lo que he podido llevar a palabras de ver a mi mamá batallar contra una enfermedad que le iba a ganar. Si sólo se pueden llevar unas palabras. Espero que sean las siguientes: “Si te postran diez veces, te levantas”
Nuestros seres queridos no deben pudrirse en el hospital. Cada vez que me imaginaba a Mamá sola en su sala de quimioterapia se me retorcían las tripas. En su último día estuvo acompañada. Mi padre la vio partir. Hasta el último segundo uno de sus más fieles discutidores cumplió su pactó inquebrantable con él mismo: ‘no me tengo que ir’. Fue un momento duro, pero cada uno estuvo donde tenía que estar. Alguien fue testigo de su vida hasta el final: lo fue hasta que la muerte los separó.
Me contó pocos arrepentimientos. Siempre recordó haberle dicho a su padre: “Si vas a venir a hacerme pasar vergüenza no vengas a mi casamiento”. Como consecuencia él no fue. Con el tiempo aprendió que la paternidad los expone a “pasar vergüenza” y que decir eso es un hecho cruel y falto a la verdad. No lo hagas. Mi madre lo hizo, y se arrepintió hasta sus últimos segundos.
La educación es el motor por el cuál se sale adelante, se rompen barreras y se invita a ser mejor. Ella venía de un hogar con problemas. Pero haber estudiado es lo que con el correr de los años se convirtió en su victoria más fulgurante: le posibilito buscar ideas para luchas, emociones para rescatar y vínculos para generar. Fue su numen y su arma.
La muerte es indigna, las agonías desgarradoras y devastadoras. Quienes acompañamos debemos intentar ser fuertes. Porque hay que dar fortalezas a alguien que está por cruzar a las tinieblas de la muerte. No importa el coraje que se tenga hay que estar ahí y estar preparado para dar valor.
Hay que pelear por lo que se cree. Hay que hacerlo a pesar de los problemas que nos ocasione. No es necesario generarle simpatías a todo el mundo. No sabemos cuál es la receta del éxito, pero una de las recetas del fracaso es complacer a todo el mundo.
Morir no es una opción, es una inevitable eventualidad. No quieran morirse, no te quieras morir. De veras. El último día le pregunté ‘¿Estás para seguir?’ Ella me respondió ‘Siempre.’ Al otro día estaba muerta. Ya fenecida podemos decir. ‘Ha muerto’ pero no ‘Ha querido morir’. Cosas buenas pasan mientras se viven. No quieras morirte.
‘Un minuto de vida es vida’ me decía ante cada crítica que de mi boca salía cuando fumaba; mientras prendía su cigarrillo con una suerte de desafiante placer. Con esa filosofía, vivió hasta el último momento. Fumo hasta dos días antes de su propia muerte. Una actitud sin razón que aún me hace pensar en su enfermiza obstinación; pero fue su ley y ella la acató hasta el final.
Entonces:
Honrá la vida. No perdures, no vivas cuán hoja otoñal llevada por el viento. No dejes de hacer cosas por miedo. De verdad, ella sólo se lamentó de lo que no hizo. Si vas a llevar adelante una tarea, que así sea. Estudiá, te va hacer mejor persona. Mi mamá siempre dijo que sería mejor si leía tal o cuál texto. Luchá, por lo que creas. Pero luchá. No claudiques. ¡Luchá! No te rindas. Si la vida te hace ir un paso para atrás que te sirva para tomar impulso.
Se los aseguro, frente a mi tengo su cajón. Ella no se levantará jamás. Está postrada por la muerte. No cometamos el pecado de vivir de manera deshilachada. No vale la pena. Qué no te devore la oscuridad de la nada ni las tinieblas del conformismo. Podés ser mejor.
Mi madre está en un cajón, ahora está bajo tierra. Se fue joven, me duele. ¡La quería tanto! Aunque sea, y si tengo la oportunidad, un sólo legado tengo me gustaría dejarles, alguna de sus frases me tendrá que justificar. Creo con ansía, con convicción y con un profundo amor que las palabras de Almafuerte encontradas al azar en sus apuntes es la idea que debemos tomar como legado:
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Con tus actos lográ que este obituario no sea para vos. Si así te parece ya estás muerto. Falta la sepultura, que biológicamente llegará en otro momento. Mi madre perdió la vida biológica y ahí se esfumó su capacidad invocar su voluntad. No inviertas las cosas. Vas a ser un difunto en vida.
2 comentarios
Te admiro!! Sos un soldado que con palabras eleva hasta lo máximo el desgarro, el amor, la resignación y lucha para no perder el legado que ella te dejó. Te quiero!!!! Abrazo de oso!!!
Hermosas tus palabras y tus sentimientos tan bien expresados. Me dejaste con un nudo en la garganta al leer las palabras justas, y llenas de tanto amor.Sos un gran hombre.El tiempo va curar el dolor pero por suerte te dejo un gran legado :tu admiracion y ese profundo amor y respeto que siempre vas a llevar en tu corazon durante toda tu vida.Un gran abrazo!!!