Los elementos de la argentinidad

Una serie de hechos fortuitos me pusieron al borde de la argentinidad. Siendo el detonante de esta sucesión de elementos uno bastante natural: me puse de novio con una mujer que le apasionan los mundiales en particular y la selección argentina en general.  

El día del partido ante Polonia (30-noviembre-2022) mientras estábamos por la calle se me declaró que había llevado a cabo un engaño y no habíamos ido al obelisco. Cómo había gente en el obelisco fuimos y, al azar, hicimos un ritual. Una peregrinación laica. Lo bautizamos la “vuelta olímpica”: se avanzaba por la 9 de julio, se hacía una U al obelisco y se bajaba por Lavalle o se volvía por la nueve de julio. Primer suceso de la argentinidad: la procesión.

Mientras la selección avanzaba y mi novia gritaba como persona al borde de la locura en cada gol albiceleste nosotros íbamos y dábamos nuestra preciada peregrinación. Australia (3-diciembre-2022) fue lindo también. Ahí redescubrí los choripanes, pero ya había comido uno en el traicionero Puerto Madero. Me juré comer uno ahí en el mismo obelisco. Si es que había otro, porque ese podría ser el último. Segundo suceso de la argentinidad: escepticismo.

Con ya todo seguro, mi novia se había convocado con sus amigas a ver el tercer partido: cuartos de final contra Paises Bajos (9-diciembre-2022). Según me contaron las conocedoras del futbol el partido se complicó parecía el final de nuestro recorrido, y de mi merecido choripán, que era lo único que me parecía importante. Pero las crónicas me cuentan que el arquero salvó la ilusión. Todas le declararon su adecuado amor y fuimos a dar nuestra vuelta olímpica con mi novia. Las amigas no acompañaron. En el medio del Obelisco, con la energía de un partido electrizante la gente estaba eufórica, diferente. De repente, lluvia, gritos, abrazos en el medio de la nueve de julio de gente, nosotros caminando frente al Teatro Colón como si estuviéramos en nuestros respectivos pueblos. Por un minuto fui ese niño que tanto disfruta las lluvias de verano mientras la gente aún seguía eufórica por el triunfo. Ahí me di cuenta, que a pesar de no haberme consagrado con el choripán logré obtener el tercer suceso de argentinidad: las agonías épicas.

La semifinal, también tuvo convocatoria. Fue ante Croacia (13-diciembre-2022). Ahora con los compañeros de trabajo de mi novia. Regios hombres letrados en sus uniformes de oficinas. Yo con las reglamentarias ojotas y malla. Los expertos me comentaron que el partido no fue un trámite pero que fue accesible. Así lo reflejó la calle menos euforia más algarabía. Sin embargo, asistimos a una vuelta olímpica un poco más ajustada, había miedo en su cara. Era lógico ¡Habían llegado a la final! El amontonamiento era categórico. Me encontré con mi prima en el mar de banderas y también me comí el famoso choripán. Manjar de los majares. Ya tengo mi cuarto y quinto elementos de argentinidad: la familia y el choripán. 

En mi existir ya estaba realizado, hicimos todo el recorrido y si perdíamos podíamos dar otra vuelta olímpica. Era mi plan. En definitiva, todo era turismo para mí. Sin embargo, no todo era placer y turismo. La argentinidad reclama sacrificios. Como el seleccionado de futbol había perdido el primer partido y yo me encontraba durmiendo en ese momento tuve la ingrata concreción de otro elemento de la argentinidad. 

Maldita sea el momento que estos desgraciados perdieron en su debut contra Arabia Saudita (22-noviembre-2022). Pensé en el momento que fui despertado. La noche anterior tuvimos un casamiento de una amiga de mi novia. Entones ¿Si es tu amiga por qué me tengo que levantar yo? Pero no se me perdonó: el primer partido conmigo durmiendo se había perdido, y en vela se había ganado. Una idea que roza la locura más cabal que cualquier ser humano puede tener en este planeta y en los por colonizar en esta casa era una institución más clara que la ley de la gravedad. Este es el sexto elemento que me empujó a la argentinidad: la cábala.

La cuidad era silencio. Era la final del campeonato del mundo (18-diciembre-2022). Hoy no vino nadie. Eramos ella con su televisor y yo haciendo cosas en mi computadora. En el fondo, gritos de aliento. De repente se rompe el silencio de la ciudad, goles propios. Celebración y algarabía: El éxtasis. Luego de otros minutos de silencio, pero con gritos de optimismo aparecen las quejas, el miedo, la desilusión y los cuestionamientos. Había llegado a un empate el otro equipo. Estábamos en presencia de la agonía.  Considero que en ese momento fui lo más argentino que pude ser en todo el mundial: me atacó el nerviosismo. Tomé la decision de bajar y caminar para desargentinizarme un poco. La gente estaba en la calle, agrupada frente a los televisores y alentaba, gritaba, sufría y convertía en propios el éxtasis y la agonía. El séptimo elemento de argentinidad, el nerviosismo, se había aplacado. 

Ganar y perder, me seguían siendo un tanto indiferentes. Al final mi novia festejó y yo con ella.

La ciudad no era igual que las otras veces, el mar de gente inundaba todo lo que pudiera existir. Y antes de salir soy emboscado emocionalmente por un amigo, el de siempre. El de toda la vida, ya reseñado en este mismo lugar: el hetor. Que se había dado por enviarme estos audios

¿Por qué es así? Su emoción conmovedora tenía algo de reivindicación. Por fin la vida da un giro, por fin le da un guiño existencial ante tanto problema y a tanta locura vivida con familia hijos y trabajo. Hoy el hetor es más feliz y eso me parece un trato muy justo para la totalidad de la existencia. El octavo elemento de la argentinidad ha llegado: los amigos.

La calle era el mar de gente casi acusando a la metáfora de literalidad. La vuelta olímpica peligraba, luego de media hora avanzando no habíamos recorrido ni la mitad de una cuadra. Gente, aturdimiento, llanto, empujones, transpiración veraniega, cohetes. Sonaba en el horizonte la idea que todos están pensando: ese no iba a ser el día de la vuelta olímpica. Pero, la poesía no es sólo arte también es arma que sostiene voluntades. Estábamos en el día perfecto hacer gala de lo que dijo otro argentino:

“Obsesión casi asnal, para ser fuerte,

Nada más necesita la criatura”

Y dimos nuestra famosa vuelta

Recorrimos la ciudad, dimos nuestra vuelta. Terminamos nuestra peregrinación en el camino cruzamos millares de personas vimos gente de rodillas yendo al mismo obelisco, lágrimas, euforia. Catarsis general. Mi novia en un momento declaró “no lo estoy disfrutando” pero yo sabía que lentamente con el correr de los días se iba a dar cuenta de que estábamos ante otro elemento, mi noveno, elemento de la argentinidad: la religiosidad

Cuando al otro día (19-diciembre-2022). Ella cruzó la puerta de casa, con cara de agotamiento empecé a notar que estaba tomando conciencia de todo lo vivido. Percibí su nostalgia del presente. Sensación irrevocable y peligrosa que nos quiere obligar a hacer creer que por la piel y por los ojos algo había entrado de lo cual no se podía desprender, que es cierto. Pero que además no podríamos superar. 

Una idea peligrosa, muchos la tienen, y eso que este año tuvo eventos destacables: hermosas charlas frente al mar, el cambio de la profesión, un viaje a Europa, la lucha por un futuro diferente. Pero me parece que este año será recordado como el año del Mundial. El año que se conmovió tanto que ella consideró que no se puede volver a lograr algo similar.

Entonces, llegan las preguntas: ¿Podremos proyectar tiempos de nuevos bríos? ¿Tendremos otras convocatorias alocadas? ¿Podremos vivir esos momentos iguales a través de nuestros años? ¿Experimentaremos esta religiosidad que nos exceden en nuestros actos cotidianos? ¿Nos convertiremos en el tedio? ¿Acaso seremos ahora los que digan ‘que no existirá algo parecido’? 

Hace algunos años, un hombre miraba el objeto más preciado de su mundo. Quería poseerlo, pero no podía. Pero un día, lo hizo. Quizá no lo hubiese logrado, cosa que también hubiese sido poético. Con el corolario de su historia fializada le preguntar si ya iba dejar de jugar y dedicarse a otra cosa. Él declaró: “quiero disfrutar y seguir un rato más”

Sé que tengo razón, lentamente, conforme pase el tiempo, otras ideas alocadas irán surgiendo porque eso es lo que me enamora, me convoca y me une día a día a ella: otras ideas locas encontraremos. El elemento diez de la argentinidad me ha llegado: seguiremos un rato más.

Diez elementos para ser un poco más argentino me han dado esta experiencia mundialista Parece que fue el jugador con la camiseta Diez el que motivó toda la cruzada que se inició hace ya mucho tiempo emocional. Me entero también según dice la leyenda que otro Diez inspiró algunas sonrisas. Quizá ese Diez también tenga algo que ver en mi sucesión de eventos fortuitos que me dieron un poco más de eso que llaman: “la argentinidad” que al final fueron diez.

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