No es síntoma

“No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.”

Antonio Machado

Yo no recuerdo si efectivamente era sábado el día que lo escuché. Tal vez era domingo, tampoco puedo dar fe que efectivamente era el día en cuestión al que suscribo. Tal vez el sol había despejado las nubes. Puede ser que el 7, se convierta en 5 u 12. Todo puede ser diferente y objetable. La sensación al haber escuchado una fecha concreta no. La vida era ofrecida de lúgubre manera espeluznante debilitando ante el ruido de mis pies el contorno de toda nuestra existencia.

Hoy, 7 de mayo del 2024, debería morir la niña síntoma. Según el comentario que hizo un doctor en algún momento y yo escuché al pasar. Ella nació para morir, una mutación congénita hace que su destino sea la tumba. Sin embargo, yo no sé de quién se trata exactamente. Todo pasa de manera tangencial por mi vida. Mi novia habla mucho de la niña síntoma con sus amigas, a veces ella ve fotos e intenta enseñármelas.

Algo retumba. Mientras mi novia ve la foto de la nena algo me conmueve por dentro. Le digo que no me la muestre, que se vaya. Ella se retira sin tantas preguntas, eso debe contar como matrimonio, pienso. Luego le digo que me las envíe, porque quiero verlas. Pero solo. Deambula el frío. Se apaga toda la rebeldía; no hay nada que hacer. La nena va a morir. Algo me demuele de la foto.

Pero no entiendo yo mismo porque lloro sobre la foto. Es una nena que no veré nunca, a los padres casi ni los conozco, es posible que ella no este consciente de lo que está pasando, por el daño cerebral sufrido. Y aunque todo eso lo sé, no puedo dejar de ver la foto y sentir que no puede entrar tanto dolor en un solo cuerpo.

Me gustaría decirles algo que valga la pena, esas ideas que dicen los creyentes que hablan de que existe un lugar mejor, sin dolor ni sufrimiento. No la nada a la cuál es expulsado un niño que nació con un problema indetectable, que todo lo que espera es la muerte. La muerte, nada y olvido. A la que hoy, el 7 de mayo esa nena debe arribar.

El camino, las comidas, el chocolate, el dulce de leche, los gustos, los amigos, las discusiones, contusiones, lastimaduras, palabras, pinturas ceden ante el síntoma. La niña síntoma no lo tendrá.

Pero los padres luchan, cambian, rujen construyen y destruyen. La materia de los tres es el tiempo. Seguramente haya quienes que quieran distraerlos. Sin embargo, en ese infierno tan de ellos, y supongo tan querido está pasando la pregunta más importante que un padre y una madre se pueden hacer: ¿Es que sabes que te amo hija?

Esa persona, nacida con una mutación, una sonda para alimentarse. Una persona que no puede alimentarse con sólidos porque tiene un problema estomacal, un poco a la deriva de la ciencia de los humanos y del milagro de los diferentes dioses existentes. Aún no puede decir palabras, no se silencia, y a pesar de todos los diagnósticos la muerte le rechaza en su porvenir.

Podremos pensar que no es necesario tanto esfuerzo, una niña que necesita dormir, ser asistida, estar siempre en cada paso, para siempre. Pero es falso, ella está donde pertenece: en su hogar, con su padre y con su madre disfrutando las delicias del baño, el placer de estar arropada y el poder mirar por la ventana y percibir los colores del mundo donde ellas ahora está.

Es fácil decirnos: el fin es inevitable. Puede ser, pero no hoy. La niña síntoma, esa persona que hoy tiene su nombre y apellido, aquí está en este mundo, y la fragilidad de los asuntos humanos nos seguirá rondando. Para recordar que, en algún momento, todos seremos ese destino que alguna vez hemos indagado. Pero no hoy.

Que tu nombre y tu apellido retumbe en mis oídos porque no ha sido en vano que has vivido pequeña niña.

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