I
Los tiempos serenos,
los anhelos supremos
La gentil mirada
mucha de nuestra gente amada.
Todo lo que evade el embuste taciturno
de los profetas que quieren adueñarse,
hasta del absurdo.
No nos impidan mirar al cielo,
logrando invocar más que sus propios serenos.
queremos posar la mirada perpleja.
De estar frente a otras deidades,
que a nosotros no se asemejan.
En el suspiro abnegado,
caricias, momentos recordados.
Intentaremos mirar de manera herética,
más allá de nuestras propias certezas
Se elevará nuestra mirada,
recordaremos a toda esa gente amada
que ahora yace más allá del horizonte.
En la angustiosa mezcla del día y de la noche.
Miraremos las estrellas del firmamento
y sabremos que más allá existe todo un universo.
Indiferente a nuestras ambiciones
ahí está tieso de voluntades, repleto de indiferencias
Atronaremos el puño, apuntando a ese cielo.
Al elevarlo por nuestra cabeza
demonstramos que realmente queremos.
II
Si corre por mi mejilla
una lágrima memorable
Miraré al cielo con alarde
¿Dónde centraré la mirada? ¿En la tierra acabada?
¿Dónde mis cariños se encuentran enterrados?
¿O por encima de mi cuerpo?
Al firmamento lanzaré recuerdos,
que me llenan de alegría.
Tal vez, algunas veces
recupere la algarabía.
Siempre arriba,
con mucho gozo
donde lanzamos nuestros alborotos.
No es un religioso recelo,
es nuestro humano consuelo:
Si intentamos a lo alto
y lo lanzamos convencidos,
tal vez vuelva en recuerdos:
En momentos agradecidos
Un cielo nos espera.
Ahí está, sin apuro.
Tiene todo por seguro.
Y una sutil diferencia.
Lo miramos con insistencia,
El suspiro ahí nos lleva,
nos recuerda a esos días
que en andas nos cargaban por la vida.