Un Regalo

Unas discusiones menores habían precipitado una salida y ruptura; Él sabía que eran temporales. Camila le dijo, con seriedad y descontento los asuntos que lo habían alejado. Él se marchó, triste y compungido. Caminaba con capricho elegante y  deseo que hostiga. 

Se estaba deshaciendo el amor por el cual habían luchado juntos el último año. Decidido a no dejar la contienda del amor en derrota volvió a llamarla. Le comentó que estaba mal, que le gustaría volver a verla, ella accedió, porque estaba enamorada, pero confundida. Él lo sabía. Por suerte ella recapacitó y volvieron a estar juntos.

Somos seres simbólicos, sólo tenemos que compartir los símbolos. Y nuevamente fueron las tardes juntos, las charlas y los buenos momentos. Se despedían entre lágrimas, porque estaban enamorados.

Él sabía que ella tenía que entender que a lo que llamaba “peleas” no eran más que simples comentarios. Una vez que él se percató de su comprensión, todo fue para mejor. siempre es bueno que el otro pueda reunir nuestros razonamientos y los haga propios.

Él volvió a hallar la paz de los múltiples deseos insatisfechos de otros. Sin ninguna perturbación Eugenio Samiri volvió a sus labores cotidianas y al hacer de las cosas para planificar nuevamente esa vida juntos que se había propuesto alcanzar para ambos. Él se comunicaba con fervor a cada momento por cada lugar dónde podía hablarle. 

Llegó la tarde del reencuentro anhelado y él cruzó el umbral de la puerta con ímpetu y enérgico amor. Ella abrió los ojos, y con lágrimas lo vió acercarse con sus brazos tendidos para el abrazo que él tanto quería dar. Él sabía que sus palabras la conmovieron ayer y que lo harán hoy. El último día como el primero, sin importar el ímpetu que él tenía ni el instinto del atropello. 

Ella fue corriendo hasta la cama a recibir el abrazo; antes tomó la almohada. Fueron a comprarla junto con la cama para su nuevo hogar.  Él le repetía que estaba agradecido por todo lo que habían logrado juntos y que no le importaba nada y que estaba feliz por poder recuperarla. Ella con lágrimas en los ojos lo miraba. Hasta que por fin, él pudo dar su abrazo y ella quedó rendida en la cama que habían comprado.

Luego que todo terminó él la observó y pensó. “Por primera vez desde que la he conocido. Ella será permanente, inmutable, dejará de crecer y pervertirse, por fin me entendió. Dejará de aprender cosas equivocadas y de sentir dolor. Ya no va a poder desordenar nada más. Nada sucede y nada sucederá nunca más”. Ahí estaba ella, con el rostro al techo. Un rastro de sangre corría por su abdomen.

El enigma del mal. Nunca existió por qué luchar. Sólo eran atisbos del criminal que insistió en que sea de su propiedad otra persona. 

Se escurre el tiempo entre el crimen y el descubrimiento. El amor tieso está fuera. Como Camila, tendida en el piso, mientras su sangre corre entre las sábanas. Le llamó amor, sólo era otro feminicida. 

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