Encontrar el Libro

En el transcurso luego de la partida, todavía estamos en algún lado perdidos de todo este horizonte enorme pero finito. Puede ser el mundo, puede ser la vida. Ambos nos traen el recuerdo de que una vez se acabará. A veces llega el recuerdo como simple anécdota. El que se conversa con la voz. Después está el otro, el que llega como emoción viva: la nostalgia. En donde encontramos nuestros ocasos predilectos, Este otro lo converso con la palabra. Por eso las personas son tan distintas. El que habla y su futuro el que escribe y sus nostalgias. Pero hay momentos en que ambos se vuelven uno.

¿Quién deberé ser hoy? me preguntaba mientras en el transporte público me dirigía a la plaza de los libros. ¿Estará ahí nuestro libro como aquella vez que lo vi tan de repente? Fue hipnótico. Pero no tuve suerte, la salida de la bocanada de subte nos llevó por el otro lado. No importa, a la vuelta podríamos pasar. También mala suerte, el café se había mudado y con ello una posibilidad. Las nostalgias se diluían por el futuro. La tormenta de ímpetu se llevaba la mansedumbre de los recuerdos.

Antes pensaba que tenía que ser una casa, como las paredes de aquella, luego una librería particular, ahora libros. En la que veo muchos de mis recuerdos. Que alimentaron la profundidad de algo de nuestra historia. A veces vuelvo a sentir algo. Puede ser de repente en plaza Italia. Cuando aparece ese libro, por ejemplo. Lo veo, y lo compro. Ese libro, que azarosamente me convoca es mucho más que un libro.

Ahí comenzamos a guiarnos a través de muchos años como el inicio de una relación que tendría a las palabras y las emociones en su centro. Fue mucho más que letras y que erudiciones. No éramos literatos, o tal vez sí. Pero mucho más emocionales que ese mismo libro intelectual. Algo un poco despectivo, para tanta época cerebral.

Y luego de ese inicio aparecieron los otros. En esos otros libros muchas veces encontramos la totalidad de nuestros miedos. Algunos lograron transformarlas, incluso algunos convirtieron nuestra desesperación en esperanza. Y, mientras tanto, estábamos en las interminables charlas.

Las inolvidables y las otras, que también importan. Un poco de pereza moribunda, un tanto de destilar jerarquía, tanto en los tiempos buenos, como en los malos. Entre tanto y tanto, entre tiempo y tiempo se cultivó la identidad que a veces perdura. En dónde buscamos a la musa que nos inspira, también a la medusa, que nos inmoviliza.

Muchos símbolos se lograron construir muchos se convirtieron en esperanza e incluso estos humanos pudieron llegar a ser una suerte de héroes. Muchas veces con ello restauramos nuestro cariño y supimos esquivar nuestras enemistades. A través de ellos tal vez podemos seguir hablando. Con este libro, y con muchos otros que todavía se encuentran entre nosotros. 

A veces los recorro y los veo por la ciudad; por las librerías de los lugares recónditos y sobrevivientes. Cómo la calle corrientes que se va haciendo más pequeñas en libros. 

En otros idiomas, incluso casi nuevos. A veces, secretamente están en otras bibliotecas que vigilo cuándo me invitan y recorro, en el profundo sobrecogimiento invernal de la hora del otro.

Secretamente me doy cuenta de que fue hermoso. Y siempre será tan hermoso encontrar esos libros. Porque secretamente, tal vez, te estaré encontrando a ti. 

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