El cuaderno de Nippur – María Vázquez

Y me lo compré nomás

Cuando escuché por primera vez de la existencia de “El cuaderno de Nippur” – En este video – me dije “Tengo que leerlo”. Opté por no anotarlo, así lo olvidaba. Otra historia de una madre agónica por un cáncer incurable, escribiéndole a su único hijo no era efectivamente lo que quería leer. Pero quería.

Cuándo me di cuenta, estaba en el Ateneo, ocho meses después de la muerte de mi madre y lo primero que dije fue “¿Tenés el cuaderno de Nippur?”. Y lo obtuve: fue el instinto de hijo.

Una vez en mi casa, con él encima lo apoyé en la mesada, pero mientras hacía otras cosas yo sabía; sabía que el libro estaba ahí…esperando. Entonces lo abrí y lo empecé a leer cumpliendo mi destino de hijo, cumpliendo el destino de María Vázquez de madre, cumpliendo el destino de Nippur. Cumpliendo ambos nuestros destinos de madre e hijo viendo el tema del cáncer y de la muerte.

La eterna maternidad.

Si bien pienso que las madres deberían ser eternas, y en cierta medida lo son; las de un chico que apenas tienen tres años deberían ser no sólo eterna sino también inmortales. Pero no es así la vida ni el destino; esto no hace la vida una mierda, tampoco un crisol de alegrías. Es sólo la vida. Ya lo vaticinaba Amado Nervo: ‘¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!’

Pero, a pesar de todo, a pesar del fallecimiento, a pesar de la enfermedad; la alegría no puede ser abolida con la muerte, no funciona para las madres en particular y para la vida en general. Mucha gente lo sabe. Y Nippur lo sabrá. Como yo, como mis amigos, como mis familiares. Como todos.

Sabrá que su madre era María Vázquez, sabrá que era escritora, sabrá alguno de sus gustos y peticiones. Cosas que para mí, un extraño intrascendente, serán de poca relevancia. Pero que para Nippur serán de importancia capital. Como lo es para mí los gustos de mi propia madre.

Porque es ahí mismo donde María Vázquez se convierte en la mamá de Nippur. Algún día Nippur le preguntará a su padre: ‘¿Cuáles eran los mollejas a la provenzal que más le gustaban a mamá?’. Y desencadenará un vendaval de charlas. Adecuadas, justas, inmortales. Y en ese instante ‘Mamá’ reaparecerá. Ella misma, en la cara de alegría del padre, en los ojos atentos del hijo. En los silencios absolutos del hogar.

Pero para nosotros, los intrascendentes, la historia avanza con el libro, también los miedos, consejos y las páginas….como avanza la enfermedad.

Y uno quiere leer, pero no quiere avanzar. Porque sabe, por presienta que estamos avanzando a la mismísima muerte. Todos queremos que el libro sea infinito que tengas hojas a cada momento y que no termine nunca. Pero ella ya lo dijo en el capítulo 52: “Nada es para siempre”. Pero, sin embargo y a pesar de todo:

Lentamente la letra se va deformando, lentamente se empequeñece hasta que llegamos al capítulo 60 y sabemos que estamos en el final, de un capítulo, de unas ideas, de una vida: la de María Vázquez.

Importante e imprescindible.

En el libro vamos a leer muchas de esas emociones que despierta la muerte, quizá la más importante de todas esté en el capítulo 31:

Donde ella dice “esta no soy yo” pero a pesar de todo a Nippur se le ilumina la cara cuándo la ve. Porque claro, a mamá uno la quiere siempre y en cada momento. A pesar de las agonías y de la muerte.

Yo también voy a ir al Musée Rodin luego de ir al Escorial  a cumplir mi propio pacto con mi madre. Yo también voy a recordar un poco el libro de una madre y de Nippur mientras la vida sigue. Porque seguramente sea no sólo el libro de la mamá de Nippur, sino también el libro que casi todas las madres le dejarían a su hijo. Por eso leerlo es hermoso, nostálgico, y, por qué no: necesario.

Y cómo todo, como el final, como algo tan simple y esencial Nippur abrirá ese libro en muchos momentos de su vida y recordará esa frase, la más imprescindible de todas:

PD: No te bañes Nippur….¡¡¡ES UNA TRAMPA!!!

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